domingo, 18 de abril de 2010

Libros, tradiciones y mensajes en una botella

Si hace un par de meses os comentaba como detestaba San valentín, ahora, en cambio, voy a hablar de una de las fiestas tradicionales que más me gustan... aunque también haya consumismo a troche y moche.

Para mí, Sant Jordi significa rosas, paseos por las Ramblas y libros, libros y más libros! Para mi desgracia no tengo tiempo para leer pero me encanta leer. Para mí, la escena fque más recuerdo del clásico de Disney La Bella y la Bestia es cuando la Bestia le muestra la gigantesca biblioteca a Bella. Libros por todas partes, de todas clases, de todos los autores, de todas la épocas.

Como maestra de infantil me apasionan especialmente los denominados álbumes ilustrados. Se trata de libros de tapa dura con ilustraciones muy detalladas, o no, pero cuyos dibujos llevan el peso de la historia. Son ideales para pequeños lectores, sobretodo para la etapa de preescriptura, ya que los textos son normalmente cortos y, cómo he dicho anteriormente las ilustraciones son un gran soporte argumental.

Tengo especial predilección por dos autores: Leo Lionni y David McKee.
Del señor Lionni quisiera destacar dos historias. La primera, Frederick, es ideal para hablar de las estaciones del año, de lo que caracteriza a cada una de ellas y de algo tan bonito como los recuerdos, las ilusiones y la imaginación. La segunda historia es tan senzilla que parece mentira lo que llega a atrapar. Se trata de la historia de dos amigos Pequeño Azul y Pequeño Amarillo que son muy amigos. Un día se dan un abrazo tan fuerte que se funden en uno, pasando a ser Pequeño Verde. A partir de ese momento todo será distinto. Este cuento me gusta tanto que lo he adaptado de manera que pueda explicarlo a los peques con botellas de plástico, agua y pintura azul y amarilla. Para los niños/as es como hacer magia.

David McKee es un especialista en crear historias que te hacen abrir los ojos. Elmer, el elefante, sin duda es la más entrañable. La historia de un elefante que en su cuerpo se encuentran todos los colores del arco iris. El se siente diferente, quiere ser gris como todos los demás, así que decide cubrirse de barro para conseguir su propósito, hasta que se da cuenta que esa es la gracia, ser diferente, que cada uno somos diferentes a nuestra manera. McKee tiene otras historias pero a mí me atrae especialmente Ahora no, Bernardo. Bernardo es un niño que intenta explicar a sus padres que hay un monstruo en su habitación que se lo quiere comer, pero estos están demasiado ocupados con sus cosas. Este cuento refleja la realidad de muchos niños y niñas de hoy en día que sólo reciben regalos de sus padres con tal que no molesten, como si las preocupaciones, los miedos y las experiencias de los críos no fueran tan importantes como el "duro" mundo de los adultos. El día que leí este cuento me di cuenta de cuántos niños y niñas acaban siendo "deborados por monstruos" mientras sus padres les ignoran.

Desde aquí me gustaría hacer un llamamiento a todos aquellos que estamos en contacto con niños, niñas y adolescentes: algún día ellos también serán adultos. No les hacemos ningún favor concediéndoles todos los caprichos. Al fin y al cabo, no necesitan tanto una consola de última generación como el cariño, el afecto y la complicidad de sus mayores. Escuchemos lo que tengan que decirnos. No es fácil ser pequeño.

viernes, 9 de abril de 2010

Lo que no me pase a mi...


Hoy va de aventuras y desventuras de profe. 

Después de unos días de descanso, vuelvo de nuevo a la rutina pero con la variedad que esta semana, a mi co-coordi Cris y a mí, nos toca hacer el servicio de acogida por la mañana. ¿Qué significa eso? Pues nada más y nada menos que levantarme durante toda la semana una hora antes para entrar al trabajo a las 8h (es lo que tiene vivir en Barcelona y trabajar en Hospitalet). 

Martes, normal pero con un sueño inhumano. Llega miércoles. Ya salí de casa un poco más tarde porque:

1. Me he dormido un poco

2. Llevo el portatil a cuestas, y a parte el bolso con el paraguas, mil llaves, el monedero, el teléfono, el MP3, el cable de la cámara de fotos, la cámara de fotos y, también llevo a parte el portatuppers con la comida. 

Salgo del metro, empiezo a subir la cuestecita que me lleva al trabajo, me encuentro con mi compañera, que también ha salido tarde de casa, y nos plantamos delante de la puerta del cole. Saco las llaves, abro la puerta de hierro, cojo la otra llave, giro la cerradura, tiro de la puerta para abrirla y... ¡Oh, la puerta no se abre! 

Repito la operación y ¡Oh, sigue sin abrirse la puerta! Antes que me prepare para batirme en duelo con la maldita puerta, Cris dice muy sabiamente. 

- Me parece que se dejaron el pestillo de seguridad puesto. 

Miiiieerrdddaaaaa! ¿Y ahora cómo narices abrimos? Urgente, llamar a la jefa. La llamo. Un tono, dos tonos. Me lo coge.

- ¿Qué pasa alma de cantarillo? 

- Que se han dejado el pestillo puesto las señoras de la limpieza (que me las quiero mucho, pero me estoy acordando de toda su parentela). 

- Llama al timbre del Casal (Rock) d'avis y entra por la puerta de los ascensores, bajas por las escaleras del patio y desactivas la alarma. 

Y todo eso, hazlo en menos de 30 segundos, que es lo que tarda en saltar la alarmita de marras. En mi cabeza suena la sintonía de Misión Imposible. Pulso el timbre del Casal, no me contestan. Entre tanto, ha llegado la mamá de Jorge (ay, que bonico que es mi bebé), que se ofrece voluntaria a vigilarme el portatil mientras Sô sube al tejado (cambiamos de sintonía, los Hombres de Harrelson). Segundo intento. Esta vez me contestan:

- Hola, somos de l'escola bressol, que no podemos entrar porque está el pestillo puesto, ¿nos podéis abrir?

Mientras suben, me digo para mí, ¿era necesario que le explicaras la Biblia en pasta a la señora para que te abriera la puerta? Llega otra mamá con su bebote, preguntándose qué narices estamos haciendo. 

Por fin, nos abren la puerta, intento abrir la puerta que da acceso directo desde los ascensores y ¡bingo!, se abre. Tomo la delantera seguida de cerca de Cris, giro con gran maestría la curva pronunciada, esquivando perfectamente la columna, continuo recto, llego hasta la alarma, marco el código de seguridad y... ¡luz verde! Prueba superada. Mi compañera abre la puerta, quitamos el pestillo y, ¡por fin! podemos empezar nuestra jornada laboral. 

Señoras y señores, ser profe es muy duro y está muy mal pagado pero ¡me encanta!

lunes, 5 de abril de 2010

Lo que da de sí un sueño


Jueves noche. Voy a cenar a casa de mi hermano (por cierto, muy buenas las pizzas) y, como punto final de la velada, me deja disfrutar en pantalla 42 pulgadas y un sonido increíble del concierto en Wembley de Muse. Hasta aquí todo normal. Regreso a casa y me voy a dormir...

Es de noche, o lo parece. Me encuentro en la entrada de un recinto, más parecido a un bareto normal y corriente. Para mi sorpresa, me encuentro una apertura enorme con un escenario ascendente cuya estructura me recuerda el interior de una cueva. Consigo llegar hasta primera fila, a dos palmos del escenario. Tengo la entrada en la mano y le echo una ojeada: Concierto de Muse. 

Mi acompañante (que no recuerdo quién era) me da un codazo para avisarme que estan subiendo al escenario. Todo el mundo grita, brazos levantados a mi alrededor, luces de colores que me desorientan momentáneamente. De repente, el escenario rocoso asciende delante de mis asombrados ojos. ¡No voy a ver nada! ¿Para qué me pongo en primera fila si no voy a ver nada? No soy la única sorprendida. A mi alrededor todo el mundo permanece en silencio mirando hacia arriba.

Demasiado silencio. Se supone que han empezado a tocar. Entonces, ¿por qué no se escucha nada de nada? Un minuto más tarde el escenario vuelve a bajar y una voz a través de los altavoces anuncia que se suspende el concierto por problemas de sonido. ¿Problemas de sonido? ¿Qué sonido?

Totalmente desconcertada y desilusionada salgo del recinto, acompañada por una serie de murmullos a mi alrededor. De repente, una mano se posa en mi hombro para que me detenga.

- Espera - Matt Bellamy, delante de mi, ofreciéndome algo. Observo el objeto. Es una entrada para un concierto.- Tenemos que suspender el concierto pero os doy otra entrada para el próximo. 

Se da la vuelta y desaparece. Sonrío. No ha podido ser esta vez, pero sí la próxima. 

Ahí me desperté. Debo decir que, aunque la conversación la he escrito en castellano, en mis sueños el señor Bellamy habla en catalán y con un acento bastante marcado de Gerona (qué curiosa es la mente). Nada, que éste sueño tiene moraleja: ¿Que Muse hace un concierto en Madrid y no puedes ir? No te preocupes, ya volverán a Barcelona o a Badalona o a otro sitio y, esta vez sí podrás ir... A no ser que alguien me regale una entrada para el concierto de Madrid y me acompañe, jejeje. 

Que tengáis dulces sueños.