lunes, 25 de octubre de 2010

Fiestas tradicionales: La Castanyada.

"Quan ve el temps de menjar castanyes, la Castanyera, la Castanyera...", porque de eso va la entrada de hoy. ¿Qué es eso de celebrar Halloween? ¡Las calabazas a la olla!... bueno, tampoco hay que ser tan radicales, pero sí que es verdad que desde hace unos años parece que lo de hacer panallets, asar boniatos y castañas ha quedado como algo pasado de moda, que no le importa a nadie; vamos, una fiesta que se celebra en las escuelas y poco más.

Dejad que me ponga nostalgica. Recuerdo que, cuando aparecía el quiosco de la Castanyera en la esquina de mi calle, para mí significaba que pronto me iría de excursión con el cole al Montseny a coger castañas. Esas competiciones a ver quién cogía más, que después siempre te encontrabas gusanos, pero era emocionante, correr por el bosque, pinchándote al intentar cogerlas, coger madroños y, lo mejor de todo, comer todos juntos senados en el suelo, cuando todavía no te importaba que hubiera bichos en el suelo.

Después llegaba la fiesta de la Castanyada, en el patio del cole se asaban castañas y boniatos, que te llevabas con toda la ilusión a casa. Y, por la noche, cena especial (para mí cualquier cena en la que estuviéramos todos ya era especial), de postres las castañas que habías traído, boniatos hechos en el horno y un minichupito de Moscatell. Y, por supuesto, como al día siguiente era fiesta, te podías ir más tarde a dormir.

Y, ahora, en cambio, quedamos para disfrazarnos, ver pelis de miedo (o gore). Cualquier día llamarán a mi puerta y me dirán la célebra frase "Truco o trato". Pues, ¿sabéis qué? Que vengan, que ahora mismo me pongo a preparar panallets.

Ahora en serio, da igual lo que se celebre, el caso es celebrarlo juntos y pasarlo bien. Elijáis la fiesta que elijáis, o si celebráis las dos, ¡Feliz puente de Todos los Santos!
Y para los que no os sabéis la canción entera:
"Quan ve el temps de collir castanyes,
La Castanyera, La Castanyera,
va corrents cap a la montanya
amb la cistella penjada al braç.
La camisa li ve petita,
la faldilla li fa campana,
les sabates li fan clop-clop,
i al ballar sempre gira així.
Quan ve el temps de menjar castanyes,
La Castanyera, La Castanyera,
ven castanyes ben calentones
a la plaça de la ciutat.
La camisa li ve petita,
la faldilla li fa campana,
les sabates li fan clop-clop,
i al ballar sempre gira així.
P.D: el año que viene "Marrameu torra castanyes", esto va por fascículos, XD

sábado, 9 de octubre de 2010

Mil luciérnagas

Érase una vez, en un país muy lejano habitaba una princesa que no quería ser. Su destino no era otro que el de llegar a ser reina de aquel reino lejano, sin otra alternativa en su vida. Podréis pensar que la princesa, como sucede en otras historias, ansiaba la libertad de decidir su destino, seguir sus propios consejos, encontrar el amor por sí misma en vez de ser casada con el primer príncipe que cumpliera los requisitos de su padre. No era este el caso. Nuestra princesa, simplemente, quería dejar de ser. Estaba preparada para asumir su papel en la vida pero había un vacío demasiado grande en su interior.

Su padre, el rei, muy preocupado por la profunda tristeza que sentía su hija, consultó a todos los médicos, psicólogos, curanderos, adivinos y magos del país, pero ninguno encontró la solución a la tristeza de la futura monarca. Cuando alguien le preguntaba a la princesa qué era exactamente lo que le entristecía, ella, con un semblante casi fantasmal contestaba: no quiero ser. << ¿Qué es lo que no quiere ser, alteza?>>, preguntaban sus damas de compañía, pero la princesa volvía a responder: no quiero ser.

Así pasaron los años y los habitantes de aquel lejano país empezaron a llamarla Princesa Sin Ser. Continuaron las visitas de médicos, psicólogos, curanderos, adivinos y magos, esta vez de otros reinos vecinos. Ninguno encontró el porqué de la profunda tristeza de la princesa.

Un atardecer de otoño, bajo una lluvia de hojas secas que revoloteaban a su alrededor, la Princesa Sin Ser paseaba por los bosques que rodeaban el reino. Paseaba sin más, ensimismada como estaba siempre, sin hablar, sin escuchar, prácticamente sin mirar. Así anduvo durante horas, hasta que, sorprendida por la oscuridad de su alrededor, la Princesa se dió cuenta que se había perdido. Se angustió ya que sabía que sus padres estarían preocupados por ella. Intentó recordar el camino que había tomado pero no lograba reconocer nada, ni un árbol, ni una roca. De hecho, no recordaba cuando había salido de su cuarto y había empezado a andar.

Una luz llamó su atención. Al darse la vuelta descubrió una esfera de cristal, del tamaño de una naranja, que rodaba hacia ella, brillando en su interior, como si millones de pequeñas luciérnagas albergaran en su interior. Dudó en recogerla del suelo, pero, al percatarse que aquella esfera no emanaba calor alguno se decidió y la alzó del suelo. Era ligera, prácticamente flotaba. La princesa la observó con detenimiento pero no vió nada más que aquel brillo cálido.

- ¿Qué crees que es esa luz?- la princesa se giró en busca de esa voz que surgía a sus espaldas. Una figura alta y encapuchada permanecía immóbil detrás de ella. Ésta se quitó la capucha, mostrando un hombre de amable expresión que la observaba con una sonrisa tierna y unos ojos grises llenos de vida. La princesa bajó la mirada y volvió a mirar la esfera.

- No sé qué puede ser. Pensé...
- ¿Qué pensaste? - el hombre volvió a sonreír.

- Tuve la sensación de encontrar algo que había perdido.

- ¿Reconoces qué es lo que habías perdido?

La Princesa negó. Volvió a observar la esfera y esta vez algo empezaba a cambiar. En su interior se formó una imagen, al principio difusa pero, poco a poco más clara hasta que la princesa pudo verse a sí misma. El hombre se acercó hasta ella y le sugetó las manos con firmeza pero tiernamente.

- Si pudieras pedir un deseo, ¿cuál sería?

- Desearía no ser. - dijo la princesa, como tantas otras veces había hecho anteriormente. El hombre dejó de sonreír.

- Si no eres, dejarás de existir. ¿Es eso lo que quieres? ¿Deseas entristecer a los que te rodean? ¿Deseas desaparecer?

La princesas se sobresaltó. Quedó pensativa por unos instantes, algo atemorizada. No deseaba desaparecer, no deseaba entristecer a los demás. ¿Qué es lo que quería, entonces? Volvió a mirar su imagen en la esfera. Era ella, sin duda pero, por otra parte, había algo muy distinta en la imagen de la esfera. En ella estaba sonriendo. Una sonrisa. ¿Cuándo fue la última vez que había sonreído? Hacía ya mucho de todo aquello...

Fue entonces cuando lo entendió todo. Lo que realmente quería era conocerse mejor, aceptarse tal y como era y cambiar aquello que la angustiaba tanto. Quería volver a tener aquello que había perdido, aquello gracias a lo que volvería a sonreír. Quería recuperar su alma.

- ¡Lo recuerdo! Perdí mi alma en este bosque el día que me di cuenta que ya no era una niña. Creía que, al crecer, debía dejar de imaginar, de jugar, de crear. Me sentí perdida, llena de tristeza. Creí que conservar en mi interior mis recuerdos de niñez no me dejarían ser una buena reina, que sería egoísta, altanera. Lo que quería no era no existir, sino dejar atrás lo que había sido. Creí que para ser mayor debía dejar mis sentimientos atrás.

- Pero la niña que fuiste sigue estando en ti, tan solo está encerrada en tu interior. - el hombre acarició la mejilla de la joven, secándole las lágrimas que por ella resbalaban.- Princesa, lo que fuimos una vez debe ayudarnos a mejorar, lo que aprendimos una vez debemos recordarlo . Crecer con los recuerdos y las vivencias del pasado no hace más que enriquecer al adulto que seremos en el futuro.

El hombre sonrió, cogió la esfera de las manos de la princesa y la lanzó al cielo. La esfera ascendió hasta ser parte del firmamente. Cuando la princesa miró a su alrededor el hombre ya no estaba y ella volvía a estar en su cuarto, en la seguridad de su hogar. Tal vez había sido un sueño pero hacía tanto que no soñaba que no recordaba la magia que en ellos se encuentra. Sonrió. Ser es lo más maravilloso que tenemos, pero debemos ser y aceptar a los demás tal y como son.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Semana escatológica a tope

Las semanas que me toca entrar antes al trabajo son, como diría mi directora, "mortales de necesidad". Después del fin de semana, y a pesar que tengo una facilidad innata para quedarme dormida, los lunes me cuesta horrores impulsarme fuera de la cama, sobretodo en invierno, cuando se está tan calentito enfundada en el nórdico y hace tanto frío ahí fuera... Los martes, ya te vas haciendo a la idea. Los miércoles ya son la bomba. Entro a trabajar a las 8h (aunque yo siempre llego bastante antes) y salgo a las 19h. Que sí, que mi horario es un chollo, teniendo en cuenta que hay mucha gente que hace más horas que un reloj pero yo no tengo dos horas para comer, es más, normalmente tengo 45 minutos. Tampoco tengo descanso a la mañana para hacer un café, mi sueldo es una porquería, etc. Mejor dejo las comparaciones laborales, que "tampoco estamos tan mal". Y terminamos la semana con el último empujón del jueves y la suma alegría de los viernes, final de semana y final de tortura matinal.

Efectivamente, esta semana me toca entrar antes. Pero esta semana está resultando muuuuy dura. A parte de entrar una hora antes, éste año estamos batiendo récords en lo que respecta a niños en servicio de acogida. Y son niños a los que hay que dar de desayunar, cambiar pañales si se hacen caca, llevar al baño los que ya no llevan pañal, limpiar las mesas y el carro de la comida cuando acaba el servicio, llevarte a los niños a los puntos de encuentro de cada nivel... y, todo eso entre dos personas, con el añadido de tener que recibir a los niños y niñas escalonadamente, cogiendo el teléfono si llaman, lavando sabanitas bajeras del cole de las diferentes clases. En fin, muy divertido. ¡¡Y todo en menos de una hora!! Fenomenal.

Lo más divertido de esta semana ha sido el incremento masivo de niños de 1-2 años a comedor. Hemos pasado de 12 a 23 en menos de una semana. Bieeeeeen! Y como son muy peques, todavía no controlan demasiado lo de comer solitos, así que hay que echarles una manita, además de dar de comer a los que no comen entero, poner las camitas para, en cuanto terminen y los aseemos, ponerlos a hacer la siesta. Y esa es otra, que muchos no estan acostumbrados a dormirse solos. Los hay que necesitan el chupete, el osito, la mantita y media casa más, otros que no se duermen hasta que no te estiras a su lado y te haces la dormida (que muchas veces prácticamente no hace falta hacerlo ver); los hay que estan acostumbrados a dormirse con un biberón... ¡y otros que se duermen amorrados al pecho de su madre! ¡Vamos, lo que me faltaba! Un striptis en el trabajo para que el bebé duerma. ¡Venga ya!

Y, por si todo esto fuera poco, esta semana es... ¿cómo podría denominarla?, ¿la semana de la caca? Mmmm, queda demasiado fino. Pero es que de heces va la cosa. Tenemos bastantes peques que, si no tienen gastroenteritis poco les falta. Me he pasado toda la semana cambiando a niños/as cagados, emanando una peste horrorosa de sus diminutos cuerpecillos. ¡Diooooooos, muerteeeeee por asfixiaaaaa! Ayer al mediodía, fui a coger a uno de los minigemelos (es que son muuuuuy minis) y me manché toooda la camiseta. ¡Oleeeeee! No tenía otra limpia, así que tuve que ponerme la ropa de calle. Y, saliendo del trabajo tenía una reunión, así que me fui sudada.
Esta mañana, salgo de casa ¡Plof! se me caga una paloma. Buaaaaah. Llego al trabajo y toooodos los niños con descomposición o casi. Lo más bestia ha sido a la hora de la siesta. De 23 peques, 10 con caca... y, para terminar la jornada la pequeZoe, después de beber agua erupta y me escupe el agua en el pantalón, con algunos restos de papilla de fruta. ¿Algo más? Espero que no.

Lo que saco de todo esto: si pisar una mierda es que vas a tener buena suerte, quiere decir que yo tengo buena suerte a largo plazo, ¿no? Espero sinceramente que así sea. No hay mal que por bien no venga.

lunes, 4 de octubre de 2010

Sweet Home La Torrassa

Ésta es la primera entrada que escribo desde mi piso... que sí, que es de alquiler, pero no deja de ser mi piso porque es donde vivo. La verdad es que creía que lo llevaría peor. La primera noche sí que es verdad que escuché todos los ruidos habidos y por haber (menos el de las canicas), pero superada la primera noche ahora duermo de maravilla.


Lo que llevo peor son las escaleras. Mi madre tuvo la amabilidad de contar las 96 escaleras que conducen a mi piso y mi padre, cada vez que viene me pregunta cuándo me van a poner el ascensor. Qué gracioso él; ¡si no cabe ascensor! Como mucho un montacargas, que también me iría bien, sobretodo para subir la compra. Miremos la parte positiva, de esta experiencia voy a sacarme de encima unos kilitos, espero que tooodos los que me sobran.

Las comidas, pan comido. Si es que estoy hecha una cocinillas. Desde aquí le agradezco a mi hermana el regalarme el chisme ese que cocina al vapor; a ella no le sirvió de nada, a mí me ha salvado la vida. ahora sólo me falta preparar algo en el horno, pero no creo que me de muchas complicaciones. Vamos, que soy una crack... alguien tendrá que decírmelo, ¿no?



Lo que más me gusta es sentarme en el escritorio, de noche, y mirar por la ventana. Acostumbrada a no ver otra cosa que la gasolinera de enfrente de casa de mis padres, ahora me encuentro con los tejados de las casas, el Tibidabo y la Torre de Collserola. Y el cielo, hoy lleno de nubes, mañana puede que también, pero yo veo más allá. cuando miro por esta ventana, lo que veo es una nueva etapa en mi vida. Puede que suene un tanto idealizado, pero creo que algo va a cambiar en mi vida y será algo bueno. El destino me ha traido al mismo lugar donde nacieron mis sobrinos... quien sabe.