
Pasados los años la chica volvió a sonreír como antes, a sentir ilusión por la vida. Había renacido y le esperaba toda una vida por delante. Pero, no obstante, había decidido guardar su corazón bajo llave, todavía demasiado débil como para atreverse a volver a amar.
Un día, uno como cualquier otro, salió a dar un paseo. Era una mañana soleada, fresca y apacible, así que se acercó hasta la playa. Qué mejor paisaje para una mañana tan hermosa. La muchacha andó y andó hasta que decidió sentarse en un banco, justo delante de la playa. Las olas iban y venían, estrellándose en la orilla con delicadeza. Se sentía reconfortada, el calor que despedían los rayos del sol le devolvían la vitalidad que había ido en disminución durante la semana laboral.
- Magnético, ¿verdad? - ella se sobresaltó. A su lado se había sentado un chico que no conocía de nada. - ¡Oh!, perdón. No quería asustarte. Simplemente me apetecía hablar con alguien y como estabas aquí sentada... ¿te molesta si me quedo un rato?
- Nnn, no, no, tranquilo. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me he dado cuenta que hubiera nadie.
- Bien, entonces me quedaré un rato.
Ambos quedaron en silencio unos minutos, observando el ir y venir de las olas. Finalmente, él se decidió a hablar.
- Sé que resulta ridículo pero, ¿me creerías si te dijera que ayer soñé contigo?
El corazón de la chica empezó a bombear acelerado. Giró la cabeza hacia el rostro del chico y le observó sin poder articular una palabra.
- Vale, sí, suena muy ridículo. Olvida lo que acabo de decir.
- No. - ésta vez fue el chico quien se giró hacia ella. - Quiero decir que,... bueno, que sí te creo.
Él sonrió. Su rostro se ruborizó al instante y bajó la cabeza, todavía sonriendo.
- Vaya, es increíble. No pensé que pudiera ser pero al verte sentada en el banco me he dado cuenta que no podía ser una casualidad. ¿Tú también has soñado conmigo? - la chica asintió con una leve sonrisa de complicidad. - ¡Uau!, no me había pasado antes nada parecido, te lo juro.
- ¿Crees en el destino? - se quedaron quietos, observándose el uno al otro. Él le tendió la mano, cogió la de la chica y la estrechó cálidamente.
- Tal vez empiece a creer a partir de ahora. - ella sonrió- Está bien que ya nos conociéramos en un sueño pero quizá sea mejor empezar con una presentación de verdad. Encantado, mi nombre es...