
Érase una vez una niña, - bueno, no tan niña- que deseaba con todas sus fuerzas tener un perrito. Pero su piso era muy pequeñito, con muuuuchas escaleras y con algún problemilla de alergia con el pelo de perro, muy de vez en cuando.
Un día, pasando por una tienda con sus compañeras del trabajo, vieron en una tienda de muebles un perrito chiquitillo que parecía un pequeño felpudo con patas.
- Cualquiera podría pensar que es una alfombra. "Sí, quería llevarme esa alfombra, la que tiene forma de perro"- dijo una de ellas.
- Sería la primera alfombra con movilidad y se limpiaría sola. - dijo otra.
- Y, cuando no hiciera falta, ella misma se guardaría.
Las tres se rieron mucho mientras continuaban andando, pero Sonia - que así se llamaba la muchachuela- dió vueltas y vueltas a la idea del perro-alfombra. Si pudiera hacerse...
Al llegar a su casa, Sonia se dispuso a ponerse manos a la obra. Se introdujo en su "laboratorio secreto" y no salió de él hasta ya bien entrada la noche.
- ¡Eureka! - gritó. A sus pies, una alfombra de color canela saltaba y corría entre las piernas de Sonia, que reía a carcajadas por su descubrimiento.- ¡Está vivo, está vivoooooo! Juuuuajuajuajua.
El perro-alfombra cambió la vida de Sonia: le calentaba los pies en invierno, si estaba sucio él mismo se metía en la lavadora, para dormir se quedaba echado en el suelo o se enrollaba y se quedaba en un rincón, no soltaba pelo, no necesitaba comer ni hacer sus necesidades, hacía compañía y daba mucho cariño, si lo sacaba de paseo no le ladraba ni mordía a nadie... y, lo mejor de todo, se lo podía llevar de viaje a cualquier lado, como era una alfombra...
Y así vivieron muuuchos años felices. Hasta que un día... Sonia despertó del sueño. ¿O qué os pensábais? Pero, ¿a qué sería genial tener un perro-alfombra? De nombre se llamaría Wellcome, jajajaja.
Un día, pasando por una tienda con sus compañeras del trabajo, vieron en una tienda de muebles un perrito chiquitillo que parecía un pequeño felpudo con patas.
- Cualquiera podría pensar que es una alfombra. "Sí, quería llevarme esa alfombra, la que tiene forma de perro"- dijo una de ellas.
- Sería la primera alfombra con movilidad y se limpiaría sola. - dijo otra.
- Y, cuando no hiciera falta, ella misma se guardaría.
Las tres se rieron mucho mientras continuaban andando, pero Sonia - que así se llamaba la muchachuela- dió vueltas y vueltas a la idea del perro-alfombra. Si pudiera hacerse...
Al llegar a su casa, Sonia se dispuso a ponerse manos a la obra. Se introdujo en su "laboratorio secreto" y no salió de él hasta ya bien entrada la noche.
- ¡Eureka! - gritó. A sus pies, una alfombra de color canela saltaba y corría entre las piernas de Sonia, que reía a carcajadas por su descubrimiento.- ¡Está vivo, está vivoooooo! Juuuuajuajuajua.
El perro-alfombra cambió la vida de Sonia: le calentaba los pies en invierno, si estaba sucio él mismo se metía en la lavadora, para dormir se quedaba echado en el suelo o se enrollaba y se quedaba en un rincón, no soltaba pelo, no necesitaba comer ni hacer sus necesidades, hacía compañía y daba mucho cariño, si lo sacaba de paseo no le ladraba ni mordía a nadie... y, lo mejor de todo, se lo podía llevar de viaje a cualquier lado, como era una alfombra...
Y así vivieron muuuchos años felices. Hasta que un día... Sonia despertó del sueño. ¿O qué os pensábais? Pero, ¿a qué sería genial tener un perro-alfombra? De nombre se llamaría Wellcome, jajajaja.
Sí!!!!!!! Sería genial!! Saps què hauries de fer? Recollir totes aquestes històries, perquè t'asseguro que són mooolt boniques, per un llibre. Escrius molt bé! Ho sabies? Un petó!
ResponderEliminar