lunes, 19 de octubre de 2009

Tengo el día gafe

Todo sucedió un día cualquiera... de echo un lunes. Hoy. Después de un fin de semana relativamente bueno, pero echado a perder por culpa de una espantosa alergia producida por partículas de polvo suspendidas por tooooda la superficie de Ikea, me mentalicé lo mejor que pude para hacer frente a una nueva semana.

No me gustan los lunes. No me gusta madrugar los lunes. ¡Odio madrugar todavía más un lunes porque tengo acogida! Relájate, pensé, tómatelo con calma. Mi compañera el viernes estuvo enferma, con lo cual no tenía demasiadas esperanzas que supiera que le tocaba acogida conmigo, pero como la esperanza es lo último que se pierde y, últimamente no tenemos demasiados niños a primera hora de la mañana, cabía la posibilidad que a) mi compañera sí se acordara de la acogida y viniera; b) a pesar de no venir mi compañera vengan pocos niños y pueda hacerme cargo yo sola.

Inicio mi trayecto diario, sólo que 40 minutos antes que el resto de la semana. Hace frío, por fin, pero el cambio de la temperatura exterior con respecto a la temperatura del transporte público es, como poco, una aberración. Así pues, me dispongo a deshacerme de las capas, a lo más puro estilo cebolla, que me guarecen del fresco matutino. Aun así, supongo que debido a los medicamentos de la alergia, la falta de descanso, la afluencia de gente a primeras horas y el calor reinante en el ambiente, a mitad de camino he sentido que todo iba desapareciendo a mi alrededor, que las piernas me fallaban y que el ruido se iba convirtiendo en un zumbido desagradable. Si no ponía remedio habría un desmayo en tres, dos, uno... consigo llegar hasta un hueco al lado de la puerta, me acuclillo y respiro hondo. Consigo que se me pase el mareo pero todavía me quedan seis o siete estaciones hasta mi destino. ¿Qué hago? ¿Me bajo? No, tengo las llaves de la guardería. Si me bajo, los padres no podrán dejar a los "peques" y se va a liar la de San Quintín. ¡Resiste! ¡Por Espartaaaa!

No sé cómo, pero llego a mi destino. ¿Creéis que alguien me ha ayudado? ¿Para qué? ¿Y sí resulta que se levantan de su confortable asiento y alguien se lo quita? En fin, que confio que en el mundo todavía exista gente buena, pero están escondidos. El aire fresco de la calle me despeja, aliviándome las náuseas. Prosigo mis andanzas, ésto sólo es el principio. Muy cerca de mi destino, diviso a lo lejos un rostro familiar. ¡Mi compañera ha venido! Síiiiiiii, ¡viva la "coordi X". Pobrecilla, estaba padeciendo porque me estaba retrasando, y como yo nunca me retraso... retiro lo antes mencionado, algunas personas buenas no están escondidas, ¡resulta que son mis amig@s.

A parte de recibir la llamada de una de mis compañeras que está enfermita (recupérate pronto Noemí), todo sigue su cauce habitual, más o menos. Llega "la hora del estrés", es decir comedor, siesta y limpiar. Normalmente estoy más que preparada para este momento pero hoy era mi "martes y trece" particular. Poniendo las sábanas en las camitas individuales de los mayores, se me ha caido una (camita) encima de la uña del dedo gordo del pie. He visto las estrellas, pero he resistido. Parece que, a parte del golpe y que me he clavado un poco la uña, no tengo nada roto, así que, sô-breviviré.

Después que todos mis pequeñajos hayan acabado de comer, llega la siesta. Me dispongo a echar una manilla en la limpieza, mientras mis compañeras los duermen. Llega otro momento clave del día. Tachán. Me encuentro limpiando las mesas para, seguidamente barrer la clase de los más mayores. Cómo el paño estaba bastante sucio, voy a aclararlo con agua, pero en el camino resbalo con restos de comida, me caigo al suelo y noto un crack en la palma de la mano. ¡Dios, que daño! Pero, claro, están durmiendo los críos justo en la clase de al lado, así que me muerdo el labio para no gritar y voy corriendo a ponerme agua. Hay movimiento. No se ha roto nada. Duele, pero todo sigue donde debe. Sigo limpiando, pues.

Parecía que nada más podía salir mal. Me equivocaba. Por fin llega el ansiado momento de regresar a casa. Increíble pero cierto. Cojo la L1 para hacer transbordo en Sagrera, L5. Empezamos mal. 10 minutos parados en la estación y que no arranca. Por fin, iniciamos el recorrido. Todo parece normal, hasta que pasada la estación de Plaça de Sants, también correspondencia con L5, informan por megafonía que "el servicio de trenes de la L1 funciona sólo hasta Clot". ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Y no pueden decirlo antes de pasarme de estación? No me queda otra que ir hasta la L4 y, luego, volver a hacer transbordo en la L5.

¡Quiero llorar! Voy a meterme en la cama y dormir, no vaya a ser que todavía me depare algo más este día de perros. I DON'T LIKE MONDAYS!

3 comentarios:

  1. No te preocupes Sonia! Y grita bien alto: I will sô-rvive! ---> http://www.youtube.com/watch?v=ZBR2G-iI3-I

    Que ambiente más setentero! Yeah!

    ResponderEliminar
  2. Pregunta obligatoria: ¿TAS MILLOR!!!???

    petons...!

    ResponderEliminar
  3. Bé, tenint en compte que he tornat a suspendre el pràctic de conduir, que he anat de cul aquesta setmana a la feina i que aquesta tarda tenim la GRAN INAUGURACIÓ DE LA CASA DEL PARC amb la senyora alcaldesa d'Hospitalet i que m'hi estaré toooota la tarda... Si, estic bé, gràcies jejeje. No, de debó, que fa solet, aquesta nit vaig al cine i demà vaig a veure als meus nebots. Tot bé!

    ResponderEliminar