lunes, 7 de diciembre de 2009

Porque os queremos

La vida pasa como una exhalación, es así y no hay más que aprovecharla al máximo, disfrutando de lo que tenemos, amando a los que tenemos a nuestro alrededor, haciendo de cada pequeño detalle el mejor recuerdo.

Permitidme hoy que me ponga seria. Esta mañana he recibido la noticia que el abuelo de una gran amiga, mi Amanda, murió ayer. Lo sé, es ley de vida, es lo que nos espera a todos pero, aun así duele. Para ellos, los que se van, se acabó el camino y aquí entran las creencias de cada uno, nuestros anhelos y deseos de algo mejor. En cambio, los que nos quedamos debemos resignarnos, pensar en las cosas buenas que vivimos con ellos, rememorar conversaciones, sonreír al recordar sus ocurrencias, sus muecas, sus gestos.

Pensaremos que es injusto, que todavía quedaban inumerables cosas por hacer, por decir. Intentamos consolarnos con palabras de afecto, manteniéndonos ocupados para no pensar en que ya no están. Pero sí que están, siempre que los llevemos en nuestros corazones, allí estarán, porque han formado parte de nuestras vidas, han influido en ellas y, por tanto, marcarán nuestras decisiones futuras, aunque sea de manera involuntaria.

De mis tres abuelos sólo recuerdo cosas de mi iaia Sole, ya que es con la que conviví más años. Recuerdo sus guisos para un batallón de infantería, recuerdo sus cuentos que nunca eran iguales que el día anterior, recuerdo las vísperas de Reyes, en las que me cambiaba su cama para que yo no me despertara con el ir y venir de los "Reyes Magos" al pasar por nuestra habitación, recuerdo esos pequeños ojos azul grisáceo que tanto me gustaban. También recuerdo su fuerte carácter, nuestras interminables discusiones por puntos de vista distantes, su obsesión con las cazuelas, paellas, bolsos y zapatos. Recuerdo el arroz con leche, las torrijas, la compota de manzana. Y después de tantos años, todavía mantengo en mi cabeza el último recuerdo que tengo de ella, ese último beso de despedida la noche antes. Esa tarde de sábado yo estaba justamente como ahora, con gripe, pero fui a verla. Al despedirme, la miré con pena, había algo que me decía que era la última ocasión que me quedaba. Le di un beso y le dije "Adiós, iaia". El domingo siguiente, mis padres fueron a verla pero yo me quedé en casa. No me encontraba bien y debía terminar un trabajo para el instituto. Cuando mi madre regresó a casa, supe sólo con escuchar sus pasos que ella ya no estaba. Al día siguiente, en el cementerio, le hice una promesa a mi abuela, que a pesar de mis malísimas notas, aprovaría COU. Y así lo hice, como si ella, esté donde esté, me hubiera dado el empujón que necesitaba para continuar. Y sigue haciéndolo hoy día.

No tuve la ocasión de conocer al abuelo de Amanda, al menos de manera presencial. Sé que le gustaba sentarse a tomar el sol, mientras su nieta h0jeaba revistas y, esa es la visión que me quedará de él.

En las últimas semanas otras personas a las que quiero mucho también han perdido a un ser querido. Desde aquí el abrazo más grande.

Ésta ha sido mi manera de homenajear a todos aquellos y aquellas que, después de toda una vida, todavía nos hacen sonreír. Os queremos.

1 comentario:

  1. Sin duda Sonia, esta es la lección de la vida más dificil de aprender. Pero hay que quedarse con todo lo que dices en este post. Muy buen post por cierto.

    Un besazo y recuperate de la gripe!

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