domingo, 25 de julio de 2010

La madre que parió a los Gormitis


Érase una vez una niña muy guapa que se llamaba Carla. Era una niña muy alegre y divertida, que se pasaba el día jugando a piratas, se inventaba mil y una historias de aventuras, creando inombrables detalles a sus fantasías.

Carla tenía una tía Sònia que la quería con locura, porque a su tía también le gustaba mucho jugar e inventarse historias. A veces se peleaban o discutían pero siempre acababan haciendo las paces como buenas amigas.

Llegó el cumpleaños de Carla. No se cumple cinco años todos los días, así que la tieta Sònia le preguntó al papá de Carla qué le podía regalar a la peque. Él le dijo que quería un muñeco en especial, un Gormiti de esos que estan de moda. Pero no cualquiera de ellos, no, tenía que ser el Señor del Mar. ¿Y cómo es?, preguntó Sònia, porque no tenía ni idea de quien eran los Gormitis, ni como eran. Es azul, respondió el papá de Carla, con el pelo largo y amarillo.

Con esas consignas y una fuerza de voluntad muy grande, Sònia se lanzó a la búsqueda y captura del bichejo azul. Incluso mobilizó a una de sus amigas, la pobre Raquel, para ayudar en la labor de buscar un regalo para Carla. Recorrieron todas la jugueterías de la zona, rastrearon por Internet, encontraron bichejos feos pero ninguno era el que quería la niña.

Se acercaba la fiesta de cumpleaños de Carla y el Gormiti de las narices no aparecía, así que, el día antes, después de un durísimo día en el trabajo, Sònia se decició en comprarle un Mr Potato con mil millones de piezas de recambio con la esperanza que le gustara a su sobrina. Suerte que es una niña agradecida que todo le gusta.

Ya tenía regalo, así que Sònia se olvidó de los Gormitis y de la madre que parió al topo y se fue, la misma mañana de la fiesta, a un centro comercial. Y allí estaba él. Con su pelo rubio, su piel azul, su pinza a lo Sr Cangrejo. ¡¡¡¡¡¿POR QUÉEEEEEEEEEEE?!!!!!

El caso es que la tieta Sònia dejó salir de su boca una ristra de insultos, maldiciones y despropósitos, compró el maldito muñeco y se lo llevó a su sobrina. No cabe duda que la niña quedó entusiasmada con los regalos, sobretodo con el Señor del Mar. Y Sònia, lloró de alegría por haber podido cumplir su misión.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Ley de Murphy: las cosas se encuentran cuando ya no las buscas.

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